Hablar
de docencia ha sido tradicionalmente hablar del arte de transmitir conocimientos,
de dirigir al alumnado hacia la adquisición de contenidos, por ello el docente
ha tenido desde antiguo ese papel de depositario del saber. En la actualidad el
conocimiento está a disposición de todos a través de los muchos recursos que tenemos
disponibles y el docente tiene que
convertirse también en un acompañante del proceso, en una persona que abre
caminos, que promueve iniciativas y estimula la búsqueda de soluciones.
Ser el mejor o la mejor docente es una
distinción muy difícil de otorgar a una sola persona, porque hay infinitos
matices que se pueden valorar en esta labor, y los méritos serán diferentes dependiendo de las sensibilidades que lo propongan. Pero
es bueno que los docentes se vean reconocidos, en primer lugar, por un trabajo
bien hecho y en segundo lugar si apuestan por una formación permanente que les
lleve a conocer más ámbitos, a
investigar su propio trabajo, a estudiar otras alternativas, a viajar y compartir
resultados con otros docentes, en pocas palabras en seguir enriqueciéndose
durante su toda trayectoria laboral, porque así se enriquecerá su alumnado.
Siguiendo estos criterios algunas
asociaciones o fundaciones intentan distinguir
a los mejores docentes aunque para eludir los matices y las
sensibilidades necesiten basar la distinción de Mejor docente en los méritos
evaluables presentados.
- Pablo Álvarez Domínguez, es profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación, de Teoría e Historia de la Educación y está clasificado entre los diez mejores docente del 2019 por la fundación Educa Avanca.
“En
los primeros días de clase, les suelo preguntar ¿Cuál es modelo docente que vas
más contigo? ¿Qué maestra o maestro te gustaría ser en un futuro? Yo creo que
esa es la pregunta que se tiene que hacer toda persona que quiere formarse para
ser un buen educador o un buen maestro. Yo tengo que tener las ideas claras,
tengo que caminar hacia una meta, para poder trazar el camino que nos lleve a
ella.
Es
importante que el modelo de maestro que
queramos llegar a ser va a condicionar mucho el tipo de formación que recibimos
y sobre todo como interpretamos y transferimos a otros contextos esa
información.
El
rol docente más tradicional, la mera transmisión de conocimientos, es el
docente erudito, el que transmite el conocimiento porque era el único que lo
tenía. Los alumnos tenían que reconocer que el profesor era el depositario del
saber ahora el conocimiento está a nuestra disposición a través de diferentes
mecanismos, de las redes de Internet, las enciclopedias virtuales y otros muchos
recursos que en definitiva vienen a convivir con nosotros.
El
profesor del siglo XXI se concibe más como un guía del aprendizaje, como
inspirador de proyectos, como un acompañante
a lo largo del proceso educacional, una persona encargada de motivar, de
sugerir, de abrir puertas, de abrir cauces de propiciar iniciativas puertas, en
definitiva otras funciones que son necesarias y tenemos que asumir si queremos
dar respuesta a los planteamientos educativos de la sociedad actual”.
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