Este es nuestro nuevo libro: "Abriendo Puertas"

Este es uno de nuestros programas

HISTORIAS DE LA EDUCACIÓN


En estos tiempos en los que vivimos, la educación, la enseñanza y el aprendizaje se están abordando de una forma inusitada, que antes no conocíamos.

Durante muchos años, incluida una Reforma, hemos soñado con que la enseñanza de los centros se actualizara y no se pudo conseguir, ni siquiera en los comienzos del siglo XXI.

Sin embargo, en la actualidad, casi todo nuestro alumnado, es capaz de trabajar digitalmente, buscar información y resolver problemas sin coger un lápiz.

La metodología que las sucesivas leyes no consiguieron cambiar, está siendo modificada  en este caso por motivos de salud, fundamentalmente con el uso de instrumentos y soportes electrónicos y digitales que posibilitan una enseñanza  inimaginable en otros tiempos.

Por otro lado, Puerta Abierta quiere dejar el testimonio de otras épocas pasadas y escuchar la voz de los que tuvieron una enseñanza en muchos casos demasiado breve, y en los que el docente era la figura fundamental y única para enseñar y las tizas, las pizarras, los lápices y cuadernos el material imprescindible para  trabajar.

Nuestros invitados:

Rosa Calderón Sandonís, Alberto Cebrián, Lucía Fernández Francisco y Juan Carlos de Pablos, que hoy gozan de su periodo de jubilación, nos  recuerdan la experiencia escolar que tuvieron hace más de 60 años.

“A los siete años me tuve que marchar para Valladolid a diferentes sitios y cuando ya recuerdo en un barrio de Valladolid que tenía una fábrica y un poblado y allí tuve la oportunidad de estar aprendiendo lo poco que aprendí. Se leer y escribir y lo que se me quedó grabado de cuando podía ir, no todos los días, es que me castigaban cuando no lo  hacía bien. Nos daban costura y me gustaba tanto que me prohibían coser y entonces yo me iba toda enfadada  y me tenía que espabilar para hacer bien los deberes que me daban. Yo no recuerdo los deberes pero por lo menos asistir y estar allí porque yo lo que quería era coser”. (R. Calderón)

“Yo recuerdo que estuve en un colegio muy elemental. Me gustaban pocas cosas y engañaba a la maestra porque me corregía los deberes y me ponía bien, hasta que mi padre se dio cuenta y mi madre fue a hablar con la maestra y casi se me cae el pelo. Luego fui a otro colegio e hice todo el bachillerato. Recuerdo al profesor de Matemáticas que para mí era el mejor profesor que yo tuve que se llamaba D. Félix López de los Ríos”. (A. Cebrián)

“Estudié en la escuela del pueblo, a partir de los seis años que es cuando se iba a la escuela, y ahí estuve hasta los trece años y no llegué hasta los catorce porque me puse enferma y no pude ir el último año.

Mi escuela era de niñas. Había dos colegios, uno de chicas y otro de chicos. En la escuela estábamos todas juntas. Solo tuve dos maestras, con una que se llamaba Rosa es con la que estuve más años. Por lo único que me castigaba era porque no ponía acentos y me decía que lo hiciera en casa, a lo mejor la palabra esa me ponía cincuenta veces  y al día siguiente lo tenía que llevar hecho. Era una maestra buena, porque había otras chicas a las que castigaba con los brazos en cruz y con libros; pero no era una maestra que te pegara. Lo que más me gustaba eran los mapas y aprender los ríos y las montañas.” (L. Fernández)

“Con un año nos fuimos a Valladolid y allí fui a mi primer colegio que se llamaba Gonzalo de Córdoba. Dentro del colegio había dos ambientes, a un lado los  niños y al otro las niñas; estábamos separados. En invierno hacía mucho frío  y cada clase teníamos una estufa de leña y cada día se encargaba un chico de encenderla y luego teníamos una carbonera y teníamos que ir por el carbón. Yo empecé en ese colegio en Parvulitos y luego pasé a primero con don Amadeo y estuve hasta los diez años. Luego pasé, hasta los doce, a los jesuitas y allí era misa diaria y rosario. Empezábamos el día en la fila cantando el himno de España y la misa era a media mañana. Los niños ricos tenían una parte y los más humildes otra. Teníamos profesores diferentes y un patio diferente. Para mí fue muy duro por lo autoritario” (J. Carlos de Pablos)


 

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